Por Jorge Martínez Mejía A Juan López En las grietas de la noche de Tocoa, cuando el neón parpadea sobre la palma africana, nuestra dulce prisión, me arropo en el murmullo de millones de grillos: no estoy solo. La noche de Tocoa es larga. Siempre alguien nos ataca, al acostarnos. En pleno sueño nos ataca. Un televisor destartalado zumbando en la sala. Alguien se cuela por las rendijas de la iglesia, golpea las sábanas al acostarnos, susurra en nuestras pesadillas. De hombre a hombre, bajo un foco titubeante del alumbrado público, Carlos Escaleras me miró: “Tocoa es una canción sin fin, una larga fosa”. Lo sé, porque mis pasos crujen en el bosque de palma, un tocadiscos rayado girando al revés. A veinte cuadras bajo tierra, nuestros hermanos calientan el camino. El aire de Tocoa es un abrazo de aire que sopla desde Botaderos, un ventilador antiguo que mueve millares de hojas para calmar el incendio. Carlos, con su voz de radio...
JORGE ERNESTO MARTÍNEZ MEJÍA
Escritor, poeta, especialista en literatura infantil y juvenil