Todavía estás dividido entre escribir bonito y escribir como hombre. Si tu sillón hablara, te contaría como apesta tu trasero acomodado a la fama, al confort. Todavía tus demonios son desnutridos violines, sin conocimiento del mundo. Soñadoras y curiosas damiselas deambulan en tus libros, y no podés dar un paso sin arreglarte el cuello, sin verte al espejo y pensar en tu caso. Has visto los atardeceres claros, pero no has sentido el eclipse, la caída de la noche, el jolgorio, el parloteo de la imbecilidad. Sin embargo, podés salir a buscarte, ir al encuentro de tus viejos experimentos. Nadie te ordena quedarte clavado a la apariencia que has ido dibujándote, nadie sabe del dique con el que has tropezado. Salí a morir, violinista, maldito, guardián de lunas muertas.