Por Jorge Martínez Mejía
Me siento, entregándome a la calma de la noche,
contemplo el color de las tristes tinieblas,
lanzo mis cantos al espacio
y lloro por todos los corazones ingenuos.
Nazik al Malaika. (1)
Finalmente te trocaste. Tu camisa envilecida y tu mirada torva no engañan a nadie. Te hiciste ángel, todo moral. Nadie te ve en el lodo, en la suave rugosidad del fango. Finalmente lo has logrado. Todos tus recuerdos han muerto. Todo escosor de rabia desapareció de tus ojos de bestia. Ningún condenado a muerte te recordaría por un gesto, por un adiós, por nada. Nadie cubrirá tu rostro, ni las hormigas rojas que todo lo roen. Ninguna sombra servirá en tu camino para el descanso. No hay para vos una última palabra. Mirá hacia el cielo. Esta noche está más oscura y estrellada que nunca. Ahora podés recordar el tiempo perdido en rumiar las mismas cosas, una sola palabra fue holgazanería.
Toda tu historia se esfumó y nadie puede recordarla. Todos se fueron, la casa está vacía. Nadie escapa cuando regresa al silencio de su voz callada. Volvé a la tundra donde tus ojos son amados por la tierra.
Aquí hay un camino. Por él se llega a un lugar de hojas con pequeños pezones de rocío. Nadie espera, nadie escucha.
No hay trompetas ni aplausos ni adioses ni balcones.
Nadie recuerda que hubo un Dios o una Diosa.
Al lado de ese pequeño agujero que antes fue una fuente, te quedarás dormido.
............................................................
Nazik al Malaika. Bagdad, 23 de agosto de 1923 - El Cairo, 20 de junio de 2007). Poeta iraquí y pionera de la poesía moderna.
Comentarios
Publicar un comentario