Por Jorge Martínez Mejía
Cuando leí 2666 de Roberto Bolaño tuve una de las percepciones más próximas y concretas del mal. Y los escenarios tan cercanos, nuestros mismos escenarios, nuestras mismas muertes, las imágenes amarillistas de la televisión del patio, cientos de mujeres atadas, violadas, desmembradas y esparcidas a lo largo de nuestro territorio, particularmente de Tegucigalpa y San Pedro Sula. No podía dejar de sentir el aire cargado y sucio, la atmósfera, la náusea escondiendo a los criminales. Pensé que esa era la denuncia más potente y brutal de Roberto Bolaño. El descubrimiento de un juego misterioso en el que las bestias se ocultan detrás de cada página, con su sonrisa irónica, como miles de escarabajos convertidos en las letras del texto. Pero no. No terminaba ahí.
Recientemente terminé la lectura de Estrella distante (Anagrama, 1996), y la denuncia magistral de los crímenes y la ignominia continúa. Y otra vez tan cerca que volvemos a escuchar los gritos de los desaparecidos antes de la zambullida en los pantanos o en las cañeras, o el vértigo de la persecución en las noches terribles de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Otra vez el dolor de la tortura y la vileza de los asesinos que aún andan sueltos.
En 2666, Roberto Bolaño escribe centenares de páginas con miles de casos de asesinatos (2666) que pasan ante nuestra vista como una gigantesca obscenidad, como un descarnado infierno del que es imposible liberarse. De igual modo, los posibles asesinos y sus perfiles sádicos se acumulan y se desvanecen en la turbia burocracia y la absurda legalidad.
En Estrella distante el asesino es enfocado desde el principio, es visualizado y elevado a un plano de heroicidad estética. El protagonista, Alberto Ruiz Tagle-Carlos Wieder- es un poeta, un mesías de la nueva poesía chilena, un piloto que con su avioneta escribe versículos bíblicos en el cielo. Un símbolo que se pasea por distintos talleres literarios en el escenario de la dictadura pinochetista. Pero también un asesino que selecciona a los jóvenes escritores para cercenar lo más esencial de la vida chilena. En ambos textos, la reflexión metalitararia, la intención detectivesca y el personaje protagónico ejercen una enorme atracción, una atracción trascendental. De igual manera que Benno von Archimboldi suscita una fascinación extraordinaria en 2666, Carlos Wieder fascina por su misteriosa y escurridiza personalidad.
Archimboldi y Carlos Wieder desaparecen o viven en el anonimato, escribiendo una obra que alimenta nuestra pesquisa. Bolaño es un experto en construir secretos abiertos. Nos da pistas tan claras y a la vez nos las quita. Es tan evidente la verdad que nos plantea, o la verdad a que nos enfrenta posee tantas evidencias, que explota nuestra inteligencia arrebatándonos de las manos la presea cuando estamos a punto de materializar nuestro afán de juicio. Cuando el secreto se abre como evidencia y es tan claro en nuestras manos, cuando tenemos la verdad concreta, ya el secreto ha perdido su validez y la verdad se instala en un plano metafísico. En los Detectives Salvajes, al encontrar a Cesárea Tinajero, en Estrella distante, al encontrar a Carlos Wieder; todo se desvanece. Roberto Bolaño reconstruye los universos escurridizos de nuestra realidad y nos pone a prueba, nos exige una disposición permanente para jugar al misterio de la verdad que siempre tenemos tan próxima, y a la vez tan distante.
Estrella distante es una realidad tan próxima estos días en que pequeños pilotos literarios comienzan a surcar nuestro cielo con tímidos versículos dictados por el vernáculo poder dictatorial.
....
Comentarios
Publicar un comentario