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Todo se desmorona, de Chinua Achebe, un análisis de la obra







Por Jorge Martínez Mejía


La emoción de leer Todo se desmorona (1958), la célebre novela del escritor nigeriano Chinua Achebe, consiste en el desenmascaramiento de un mundo que se nos ha simbolizado como salvaje. Todo se desmorona vendría a ser como Cien años de soledad, la irrupción violenta de América Latina en el mundo occidental. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, es la primera piedra de la decolonialidad latinoamericana, y quizás Todo se desmorona tenga la misma significación para el mundo africano. 

Todo se desmorona es una lectura imprescindible porque nos edifica desde la esencia misma de África. Se trata de una apasionada incursión en el alma africana desde una de las anécdotas del pueblo igbo. Chinua Achebe echa mano de la oralidad del pueblo igbo y, de manera magistral, hilvana refranes, relatos, canciones de cuna, recuerdos, estados emocionales, sueños y horizontes perdidos. 

Sólo por encontrar el interior de ese mundo poético, vale la pena leer esta novela. 

Pero más allá del relato y la anécdota, de la fricción violenta de las relaciones a que nos ha acostumbrado occidente; se trata de una diáfana obra esculpida con un estilo directo y limpio, progresivo y testimonial. En ella, la pureza del ser africano se deja ver en los mitos y relatos ancestrales, en la sutileza de las imágenes que nunca invaden, sino para dar amparo a los estados de ánimo de los personajes. 

El centro del torbellino de fuerzas en permanente flujo está representado en Okonkwo, un guerrero joven sobre el que giran todas las líneas narrativas como motor de la historia.  Okonkwo es el orgullo africano, el héroe de una comunidad centrada en lo masculino. Un brote, un embrión de patriarca se manifiesta como centro de sus estimulaciones. 

Todo se desmorona tiene la estructura de un cuento extenso. Todo gira alrededor de Okonkwo en una pequeña aldea llamada Umuofia. El vestigio de un padre débil lo apuñala, y el deseo de ser el más grande de la aldea lo empuja. Nada en él puede estar marcado por la debilidad, por el signo de lo femenino. Todo en él debe ser viril, fuerte y progresivo. Su aspiración es instalarse en el mundo de la espiritualizad de su pueblo. Regir desde lo alto el destino de los otros. Su marca es la dignidad, el reconocimiento a su esfuerzo y orgullo. Pero no se trata del orgullo liberal occidental, se trata de las relaciones comunales, del poder entendido como representación genuina de la comunidad.

La tragedia, el suceso de ruptura se presenta cuando Okonkwo mata a un hombre por accidente. Las leyes de su comunidad lo castigan con un destierro de siete años y el guerrero se asienta en las tierras de Mbanta, la tierra de su madre. Siete años despues regresa a su pueblo natal Umuofia. Todo ahí ha cambiado con la presencia del colonizador blanco. 

Todo se desmorona es la historia del arbitrario atropellamiento de un pueblo hecho de símbolos poéticos que vive en el refinamiento de una comunidad donde la ofensa se paga con el dolor propio, no para satisfacción de un poder extraño.

La magistralidad de la obra reside en que pone a cada personaje de la historia en su sitio justo. La religión es la bala disparada desde otro sitio. Detrás de ella va la modernidad occidental con todos sus vicios, sembrando el hambre que se ha vendido a millones en las portadas de National Geografic.



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Chinua Achebe

Chinua Achebe (Nigeria, 1930) está considerado unánimemente como el padre de la literatura africana moderna y la referencia primera de los estudios poscoloniales. La literatura no solo es un espacio para el arte, sino para la redención y la reinvención de los pueblos.




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