Cristina del Rosso, El jardín del ángel
Por Jorge Martínez Mejía
Mi mundo fue olvidado de un plumazo.
Sobre mí se extendió una capa de humo,
de polvo, de pasquines que fueron repartidos en canastos.
Mis amigos apenas recuerdan que fui un poeta independiente,
que usé mis últimos recursos para escribir odas a los transeúntes
Sobre mí se extendió una capa de humo,
de polvo, de pasquines que fueron repartidos en canastos.
Mis amigos apenas recuerdan que fui un poeta independiente,
que usé mis últimos recursos para escribir odas a los transeúntes
y a los recuerdos cuando estuvimos juntos.
Me hicieron doblar las rodillas y quemaron a hurtadillas mis últimas banderas.
Puse un negocio de libros de segunda o de tercera,
libros viejos que nadie quiere comprar a pesar de guardar célebres chispazos,
verdades, ruedas ensangrentadas en las que molí miles de poemas escritos por farsantes.
Olvidaron que fundé calles y avenidas dedicadas a la memoria de amores fallidos.
Olvidaron que mordí petardos para verlos sonreír.
Que repartí confites de alcohol envueltos en hojas de periódico.
Por un amigo una vez me pusieron un cuchillo en el cuello y clamé
que lo rebanaran. Fui el mítico Ali Baba de los libros
y cuarenta años más tarde fui reseñado para el escarnio de mis pobres hazañas.
Tengo un pecho lleno de flema negra.
Una tos de azogue llena mis pulmones y escupo antologías de poetas que nunca fueron publicados.
Tengo una caja escondida con mis últimos versos.
Me hicieron doblar las rodillas y quemaron a hurtadillas mis últimas banderas.
Puse un negocio de libros de segunda o de tercera,
libros viejos que nadie quiere comprar a pesar de guardar célebres chispazos,
verdades, ruedas ensangrentadas en las que molí miles de poemas escritos por farsantes.
Olvidaron que fundé calles y avenidas dedicadas a la memoria de amores fallidos.
Olvidaron que mordí petardos para verlos sonreír.
Que repartí confites de alcohol envueltos en hojas de periódico.
Por un amigo una vez me pusieron un cuchillo en el cuello y clamé
que lo rebanaran. Fui el mítico Ali Baba de los libros
y cuarenta años más tarde fui reseñado para el escarnio de mis pobres hazañas.
Tengo un pecho lleno de flema negra.
Una tos de azogue llena mis pulmones y escupo antologías de poetas que nunca fueron publicados.
Tengo una caja escondida con mis últimos versos.
Odio la radio y cualquier palabra que no sea similar a un grano de mostaza.
Los últimos días llegaron cargados de discretas alusiones a poetas que no recuerdan mi gesta.
Un ruido en el pasillo ilumina las cositas que guardo con recelo en una caja de zapatos.
A vos poeta hijo de puta,
Los últimos días llegaron cargados de discretas alusiones a poetas que no recuerdan mi gesta.
Un ruido en el pasillo ilumina las cositas que guardo con recelo en una caja de zapatos.
A vos poeta hijo de puta,
te dejo como herencia esta mierda a la que dediqué mi vida
para nada.
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