Frida Kahlo es una pintora mexicana nacida en Coyoacán, México, en 1907. Su vida y su construcción artística constituyen uno de los focos de mayor interés del arte mexicano del siglo XX.
Autorretrato con collar de espinas, Frida Kalho, 1940. Óleo sobre lienzo. 61 x 47 cm. Estilo: Simbolismo.
Por Jorge Martínez Mejía
Al analizar un trabajo artístico como Autorretrato con collar de espinas, se corre el riesgo de caer en la cursilería y en una cansada sicología que raya en la mediocridad. Es lo popular el riesgo. Todos los elementos involucrados en la obra apelan a una base simbólica que subyace en todos como producto de la colonialidad europea y como remanente del simbolismo indígena.
Hasta los más fervientes feminismos encontrarían en este pequeño cuadro algo que reprochar o reprobar a Frida. Tal vez su postración suplicante, su manera de verse como "Crista" de las mujeres perdidas, arrodillada ante los machos Diegos Riveras. "No seás tan Frida", podría gritarle una feminista a otra. Es esta facilidad para el rechazo y la apología lo que hace de este diminuto cuadro una de las piezas más impresionantes de Frida. Hay, no solo en Frida Kahlo, sino en el mismo Diego Rivera, sendas contradicciones. Se trata de personalidades impetuosas que se encuentran en el tiempo en el que México cultivó su más ardiente nacionalismo.
Es este rasgo de la nacionalidad o de la cultura popular el que explota en Autorretrato con collar de espinas. Frida hilvana en los matices de su obra y en el conjunto de los símbolos que la construyen no solo un autorretrato, sino el retrato de la mujer mexicana de su época.
Es uno de los autorretratos más famosos de Frida Khalo y del México de 1940. Al pintarse a sí misma, pinta a la mujer mexicana, su dolor, su postración; pero también su crítica, la reflexión sobre sí misma. Los símbolos seleccionados: La claridad del día, el verde turquesa del fondo, las enormes hojas de una flora salvaje, representan el ímpetu de su espíritu, su fuerza erótica. Todas las hojas lanceoladas, lóbulos con forma de flecha que apuntan hacia lo alto marcan su fuerza espiritual, su coraje artístico, su rebeldía natural.
El pequeño y habilidoso mono que teje su corona de espinas no es otro que el mismo Diego Rivera, una alegoría impresionante y una crítica al exacerbado machismo del hombre mexicano. El gato negro, su sigilo y sus ojos de colores diferentes simbolizan una inteligencia oscura de Frida, cierta maldad y la sagacidad de caer y saltar sin golpes, el histrionismo ancestral de la mujer mexicana y la paciente espera de la crueldad.
La golondrina muerta del pecho, la imagen central del autorretrato, colgada del collar de espinas, contrario a la fácil interpretación del dolor o la muerte de la alegría y el color, representa la conciencia de la muerte, el persistente mensaje de un pajarito engarzado del pico con un alambre, el amuleto, la certera visión de los antiguos guerreros mexicanos, el sino y la misión fundamental de mantenerse atenta, acechando el instante.
Autorretrato con collar de espinas, en su conjunto, sincretiza los símbolos visuales de origen europeo (cristiano) con una gama de símbolos originarios del imaginario mexicano antiguo. Lo artístico de este trabajo, más allá de la gazmoñería novelesca atribuida a la relación entre Frida y Diego Rivera, es la organización alrededor de su propia figura que, más allá de la auto referencialidad, se orienta hacia la propia mitificación, para expresar de manera magistral la circunstancia existencial de la colectividad mexicana, especialmente de las mujeres, frente a los enormes desafíos, incluida la muerte inminente que implica la llegada de la segunda guerra mundial.
Frida Kahlo no inventó los símbolos que utilizó en su obra, los organizó de manera muy coherente con su propia narración logrando un alto nivel connotativo que permite muchas interpretaciones, desde las más reducidas versiones populares hasta las más encumbradas elucubraciones.
Por obras como estas es que el pasado sigue siendo una fuente inagotable de creativa y reconfortante lectura.
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