Ir al contenido principal

ESE VIEJO PUEBLO DE MINEROS


El mercado de El Mochito, Las Vegas, Santa Bárbara, 1972



Por Jorge Martínez Mejía





Bebí cianuro cuando niño, por equivocación. No me gustó por amargo, pero el color verdoso de mis dientes y mis venas del cuello y mi piel rociada me dieron un gusto especial por la abundancia de cerveza. Soy Patrol el tóxico. Soy Patrol, el de las uñas moradas. Soy la gota de veneno que corre desde La Mina de El Mochito hasta el Lago Yojoa. Soy el torrente de agua verde, la montaña embarazada de peste, soy el poeta muerto, el incurable.

Soy cientos de machetazos recibidos. Soy el grito de los muertos degollados, el hedor del alcantarillado, soy el chispazo del arma de fuego disparada contra las rocas y contra los venados y contra los mineros. Soy una silueta y un trompetazo en mitad de la noche. 

Hay una cara por cada piedra que he lanzado contra el cielo. Si Dios en verdad mirara, si no fuera tan ciego, vendría sólo para cerciorarse siquiera de estos ruidos y estos gusanos que carcomen la tierra. He lanzado miles de pájaros contra el cielo, miles de peces, miles de halcones y tortugas doradas. Si Dios mirara, si no fuera tan ciego, vendría siquiera a preguntar cómo es que aún respiran estas culebras quemadas sobre las lozas azules del asfalto.

Ya no tengo más que cuatro dientes, los de arriba. Los de abajo están hechos pedazos. Mastico las hierbas y me sabe a gelatina, a musgo tierno, a heces frescas. Hago gárgaras con la arena estéril, lavo mis manos en un océano de polvo. Rasco mi espalda en las esquinas de los edificios y arranco los faroles amarillos porque entristecen mi corazón salvaje.

Estoy hecho de voces inútiles, de imbecilidades y gritos que me despiertan y queman mis oídos.  Estoy hecho de vidrios quebrados contra el cristal de mis ojos. Soy el botellazo de cerveza estrellado contra las paredes y contra las aceras. Soy el trago no pagado y el vergazo en el pico. Soy el escupitajo de las bartolinas; soy el trago de guaro sin boca y sin compasión y los ojos cerrados de las madrugadas. 

En un incendio teñí mi pelo de caoba y me arranqué un dedo del pie contra un raíl de las bananeras. 
Tres mujeres tuvieron el valor de darme un hijo y me dieron a beber jugo de naranja y gasolina. 

Yo soy Patrol el aplastado. Soy Patrol el de los huesos rotos, el envenenado. Soy el roedor de las minas, el viejo Patrol, amigo y hermano de tu padre muerto de silicosis. Soy veneno puro, el perro al que no pudo aplastar la compañía minera, el ojeroso, el esquelético Patrol a quien nadie tiró un hueso. 

Soy la úlcera del cielo soleado y el humo contra los ojos. Soy el chillido y el latigazo desfondando la noche. Soy el gigantón al que obligaron a comer tornillos y trastos viejos. Tengo dientes de lata, soy La Múkura, soy Chorro de Humo y Julio Moroca. 

Soy las rastras que ensordecen la estación de los camiones. Soy la casona abandonada de los buitres. Soy los muertos reunidos a comer como soldados con una tortilla en la mano y en la otra una botella de guaro.

Soy un gato negro pasando debajo de una escalera, soy un espejo roto, una taza descantillada, un pitazo del mediodía, la mugre de los dedos, el viejo que sueña meciéndose en una vieja hamaca. Soy el puente de madera en que se hundieron cientos de borrachos. 

Yo soy Patrol el envenenado. Tengo un encendedor de hierro que me regaló mi abuelo. 

Soy este vicio de hablar mierda y el latido de este corazón que se asoma a ver por última vez su viejo pueblo de mineros.













Comentarios

Entradas populares de este blog

ODA AL PAISANO INEVITABLE: A propósito de la vanguardia en Nicaragua

Rubén Darío Por Jorge Martínez Mejía José Coronel Urtecho escribió en 1927, a los 21 años, el poema Oda a Rubén Darío. Se trata de una de las piezas literarias que marcan el inicio de la literatura de vanguardia en Centroamérica. Una oda es un poema homenaje, escrito para glorificar o enaltecer una figura. La Oda a Rubén Darío es, más que una lisonja o una exaltación del renovador de la poesía hispanoamericana, una carta de despedida, el recuento de la tensión que provoca una figura idealizada que no soporta el examen a la luz de la verdad del hombre existencial del siglo XX. Se trata de una pieza en tres partes, con un carácter más elegíaco que apologético. En la primera parte se puede leer un epígrafe de Rubén Darío que dice:                                     ¿Ella? No la a...

LA SED DE BALAM, UN ANÁLISIS CRÍTICO DE "EL ÁRBOL DE LOS PAÑUELOS" DE JULIO ESCOTO

Jaguar Por Jorge Martínez Mejía Críticos de literatura, estudiosos de las letras hondureñas y estudiantes, han analizado la obra de Julio Escoto, particularmente su novela El árbol de los pañuelos (1972). Se han producido ensayos y tesis de maestría y doctorado, abordando distintos aspectos de la obra. Sin embargo, la relación tensa entre el protagonista y las figuras de autoridad no han sido analizadas desde la perspectiva de la sociocrítica.  Quien más se aproxima para hacer este abordaje es Héctor Miguel Leyva, indicando que “en ella ( El árbol de los pañuelos ) encuentran en la Historia a los héroes no oficiales y plantean de una forma alegórica los problemas ideológicos y prácticos de los guerrilleros del presente. En estas novelas los guerrilleros siguen siendo los protagonistas de la acción. Pero en la novelística centroamericana, como se adelantaba antes, también aparecieron los guerrilleros como personajes secundarios”, Leyva (2002). Se refiere...

Todo se desmorona, de Chinua Achebe, un análisis de la obra

Por Jorge Martínez Mejía La emoción de leer  Todo se desmorona (1958) , la célebre novela del escritor nigeriano Chinua Achebe, consiste en el desenmascaramiento de un mundo que se nos ha simbolizado como salvaje.  Todo se desmorona  vendría a ser como  Cien años de soledad , la irrupción violenta de América Latina en el mundo occidental. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, es la primera piedra de la decolonialidad latinoamericana, y quizás  Todo se desmorona  tenga la misma significación para el mundo africano.  Todo se desmorona  es una lectura imprescindible porque nos edifica desde la esencia misma de África. Se trata de una apasionada incursión en el alma africana desde una de las anécdotas del pueblo igbo. Chinua Achebe echa mano de la oralidad del pueblo igbo y, de manera magistral, hilvana refranes, relatos, canciones de cuna, recuerdos, estados emocionales, sueños y horizontes perdidos.  Sólo por en...