LA PIEDRITA DE LA INÚTIL POESÍA
Ya soy otro. Por un momento pensé
que sería eterno, sin extremos ni cansancio. Sin reconocerme, otra vez
voy por la calle y la estupidez de la vida o de la muerte me lleva a la
pudrición de un sueño. Veo la hierba despellejada, los niños calcinados, el
arte antiguo, tan atroz, y la puta que recoge sus versos de la acera. A tientas
me guío como un leproso hermoso, sin bandera, con el esqueleto apretado y el
corazón de amuleto. En mí pesan demasiadas horas tiradas al carajo, demasiado
tributo a la delicia. De estos zapatos que me pongo y me quito cada día, sólo
recuerdo la fragilidad de la calle, y la
piedrita de la inútil poesía.
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