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Mostrando entradas de octubre, 2015

MISTER K.

Darío Cálix, míster K. Por Jorge Martínez Mejía   Todos los días, después de despertarse y cepillar sus dientes, míster K. va hacia su auto, se hunde en él, lo enciende, y enciende su puto día. Todos los días pasa por la misma calle hacia su trabajo recordando que es el mismo día. Lleva consigo su rabiosa cerveza de la noche anterior y al beber un sorbo registra el sabor del óxido de una lata fabricada en un horno de esta ciudad del infierno. Puede ser una ciudad nacida en la guerra —piensa— en la guerra de las tres de la reciente madrugada. El pequeño carrito sigue su curso normal —¿verdad míster K? No se aparece ninguna patrulla. El afortunado olor a gasolina húmeda es lindo al respirar y el asfalto sigue limpio y recién llovido. Al estacionarse, míster K. siente entre las piernas su triste juguete abusado al máximo, en el sudor. Sabe que huele a esa mujer de pelo negro y largo y el sonido del ascensor lo devuelve a la realidad de su barba turbia. Todo parece real,