Imagen de Igor Amélkovevich
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©Por Jorge Martínez Mejía
Tuvimos miedo de ser asesinados, de la muerte, de la calle, de la
noche, del grito, del llanto, de preguntar por qué la muerte, el vil asesinato. Tuvimos miedo de escucharnos, de
hablar en el mercado, de dormirnos y despertar con un balazo. Tuvimos miedo de encontrar
los huesos de un hermano en el patio, o su cuerpo tirado en
un oscuro barranco. Tuvimos miedo de escuchar las conversaciones de jueces
negociando con sicarios, las sucias transacciones de jerarcas militares
y narcos; miedo de tropezar con un poeta muerto, de la traición en el
espejo.
Tuvimos miedo en silencio.
Pero los asesinos temían que nuestro miedo se esfumara.
Tuvimos miedo en silencio.
Pero los asesinos temían que nuestro miedo se esfumara.
La realidad es poesía
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